El empleo de dispositivos vaporizadores es cada vez más frecuente. En algunos casos se recomiendan como una alternativa al consumo de cigarrillos tradicionales, pues se tiene la concepción de que vapear es una práctica inocua. Sin embargo, con la evidencia creciente sobre el tema y un mayor número de individuos que acude a estos dispositivos, se ha podido establecer que su uso se asocia a un mayor riesgo de neumopatías crónicas, cáncer e incluso asma.
La disponibilidad de diferentes sabores, su bajo costo y supuesta inocuidad han hecho que los vapeadores sean actualmente dispositivos de uso masivo en algunos países, particularmente en adultos jóvenes y adolescentes. Sin embargo, ¿realmente qué tan seguro es vapear?1
Según datos de 2021, cerca del 11% de los adolescentes ingleses de 11 a 17 años habían probado los cigarrillos electrónicos o eran usuarios frecuentes de estos. El Colegio Universitario de Londres estima que solo en Inglaterra aproximadamente 74.000 jóvenes entre 16 y 17 años emplean vapeadores y que la tendencia de uso tiende a aumentar con la popularidad de dispositivos desechables cada vez más económicos1.
Los reemplazos electrónicos han ayudado a miles de personas a dejar de fumar cigarrillos tradicionales, que contienen una gran dosis de sustancias tóxicas y peligrosas. Sin embargo, el vapor inhalado con los nuevos productos también contiene pequeñas cantidades de químicos, incluida la nicotina, los cuales hacen que vapear no sea una práctica libre de riesgos1.
Aunque por décadas el uso de parches y gomas de nicotina ha formado parte de las intervenciones para dejar de fumar, algunos investigadores consideran potencialmente peligrosa la administración de esta sustancia directamente a los pulmones a través de vapeadores1.
Un estudio encontró que la nicotina es capaz de alterar significativamente la respuesta inmunitaria en células pulmonares, lo que favorece fenómenos inflamatorios no controlados y por tanto mayor riesgo de neumopatías crónicas y cáncer1.
Adicionalmente se han hallado compuestos como acetaldehído, acroleína, diacetil y formaldehido luego del empleo de algunos vapeadores. La acroleína y el formaldehido son irritantes potentes y potenciales carcinógenos, mientras que el acetaldehído inhalado en altas dosis favorece la aparición de tos, edema pulmonar y necrosis2,3.
Para algunos académicos vapear puede llevar a un aumento en los próximos 40 a 50 años de las incidencias de cáncer de pulmón, bronquitis crónica y otras condiciones pulmonares serias1.
Una reciente revisión sistemática con metanálisis que incluyó datos de cerca de 500.000 individuos con edad promedio de 15 a 16 años, demostró que quienes fumaron cigarrillos electrónicos en el pasado o aún lo hacían con frecuencia presentaban una asociación estadísticamente significativa con la aparición de asma4.
Otras consecuencias menos graves del hábito de vapear incluyen mal aliento o halitosis, úlceras orales, sequedad o dolor en algunas áreas de la boca y caries dental. Un evento frecuente es la aparición de gingivorragia, aunque esto podría ser signo de restablecimiento de la circulación normal en las encías y por tanto ser benigno1.
Aunque la alternativa de los cigarrillos electrónicos o los vaporizadores en términos generales parece más segura que el tabaco, la evidencia creciente apunta a que se trata de una práctica no exenta de peligros y que los efectos a largo plazo pueden ser graves. Se requieren estudios adicionales para determinar con certeza el riesgo asociado y a partir de allí favorecer el establecimiento de políticas públicas dirigidas a regular esta práctica1.
COMENTARIO EDITORIAL
Aunque la asociación del tabaquismo con diferentes tipos de cáncer y mayor riesgo cardiovascular está bien documentada, las estrategias para la suspensión del hábito de fumar suelen ser insuficientes. Si bien algunas alternativas como los cigarrillos electrónicos o vapeadores se promocionaron inicialmente como opciones libres de riesgo, la evidencia ha demostrado que esto no es del todo cierto.
En poblaciones cada vez más jóvenes el acceso a este tipo de dispositivos suele ser fácil, pues los costos y una supuesta inocuidad han llevado a la expansión de su comercialización. Se necesitan de manera prioritaria datos derivados de la vida real que apoyen el establecimiento de políticas públicas rigurosas acerca de estos productos, con las cuales se restrinja su acceso solo a personas adultas fumadoras y se establezcan lineamientos básicos para su fabricación bajo estándares de calidad.
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Codigo: NT-CG-3-2367
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