En Latinoamérica, la falta de diagnóstico y tratamiento adecuado para personas con demencia plantea interrogantes sobre la rehabilitación en entornos adecuados. Mejorar la comunicación médica, ofrecer servicios flexibles y planificar el alta de manera óptima son clave para mejorar la calidad de vida de los adultos mayores con demencia.

Se estima que casi 8 millones de personas tiene algún tipo de demencia en Latinoamérica en la actualidad, pero que sólo 5% de ellas tiene diagnóstico y/o tratamiento.1 En el caso de algunos adultos mayores, el deterioro cognitivo conlleva a hospitalizaciones prolongadas y consecuente rehabilitación que, en ciertas situaciones, no necesariamente se traduce en mayor calidad de lo que les resta de vida. ¿Están los cuidadores “rehabilitando hasta la muerte” a algunos adultos mayores con demencia? ¿De qué entorno pueden beneficiarse más en relación a su recuperación? Un ejemplo estadístico para ilustrar porque deben hacerse estas preguntas en relación a la atención postaguda es que entre los beneficiarios de Medicare (seguro gubernamental de Estados Unidos para adultos mayores) que murieron entre 2006 y 2011, 1 de cada 8 transcurrió en un ciclo de ingreso en hospital-asilo-hospital durante su último año de vida. Al asumir de rutina que los pacientes con demencias o Alzheimer deben ser ingresados a instituciones especializadas en lugar de ser enviados a casa, algunos autores presumen que se podrían estar perdiendo oportunidades valiosas para mejorar la calidad de vida de los pacientes.2 Los adultos con demencia representan una población vulnerable cuyas necesidades son especialmente diferentes en el período posterior al alta hospitalaria. Sin embargo, un estudio clínico determinó que no hay diferencias entre el porcentaje de readmisiones y la mortalidad a los 100 días en la atención de pacientes con demencia que son admitidos a instituciones especializadas, los que reingresan a asilos, y los que son enviados a casa. Esto es especialmente significativo en términos de costos y la creciente prevalencia de demencias, además del comentario de los autores de que los pacientes podrían beneficiarse más de un ambiente familiar que pasando de una institución extraña a la siguiente en sus últimos años.3La atención postaguda de pacientes con demencia debe incluir el concepto de rehabilitación con todos los beneficios y riesgos que implica. Otra investigación médica concluyó que los pacientes con demencia que son hospitalizados tienen 8% menos probabilidades de ser dados de alto de forma exitosa a la comunidad, en comparación a aquellos sin demencia. Pero incluso con estas cifras, el factor con mayor impacto clínico y pronóstico fue el estado de deterioro cognitivo de los pacientes con, y sin, diagnóstico de demencia.4 Estos hallazgos podrían señalar también una subestimación diagnóstica del deterioro cognitivo severo para rehabilitar al paciente, simplemente porque se excluyó el diagnóstico de demencia.  Algunas recomendaciones clave para cambiar la calidad del ciclo –en muchas ocasiones, final- de vida de los adultos mayores con demencia, son:  <ul><li>Los gobiernos y entidades de salud deberían costear por lo menos una parte del aspecto financiero de la rehabilitación, asegurando que se cubran las necesidades diarias del paciente en cualquier entorno.2</li><li>Mejorar la comunicación médica con pacientes y cuidadores, incluyendo el pronóstico estimado de recuperación funcional del paciente en una toma de decisiones conjunta. Con esto puede aprovecharse la oportunidad de tratar puntos cruciales en relación a la calidad de vida y las metas de la atención2</li><li>Ofrecer mayor flexibilidad en servicios de salud, tanto domiciliarios como especializados, que se ajusten al estado cognitivo de cada paciente.3</li><li>Optimizar la planeación del alta durante la estadía hospitalaria para disminuir el impacto de la transición postaguda, respondiendo a todas las inquietudes de cuidadores, personal médico a cargo, y paciente, dejando todo por escrito en un documento detallado y en la historia clínica.</li></ul>La necesidad de progresar a un modelo centrado en la rehabilitación funcional real de los adultos mayores con demencia en fases postagudas, es inminente. Es una mala práctica asumir que este período debe manejarse como la recta final en el camino hacia la muerte. Más que eso, el entorno, la calidad, y el cubrimiento de necesidades básicas, importan, y deben incluirse en cualquier plan de rehabilitación bajo cualquier pronóstico.

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¿Se está “rehabilitando hasta la muerte” a adultos mayores con demencia?

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