En un tema complejo, como lo es el aborto, buscar una posición neutral resulta casi imposible. Sin embargo, hay puntos clave a discutir: la percepción del cuerpo de la mujer, es decir, si ella puede o no decidir sobre él; la defensa de la vida, relacionada con que toda vida es sagrada, y “lo constitucional” y “lo moral”.

¿El actuar médico está ligado al enfoque del aprendizaje académico o a la posición personal sobre los tres puntos anteriormente mencionados? Una revisión amplia sobre la enseñanza en las universidades y las posiciones que los médicos asumen desde su trabajo profesional muestra que la actitud de los médicos hacia las mujeres que buscan abortar es una de las principales causas de negación al procedimiento.Cuando el debate sobre el aborto está en la mesa de discusión, no existe forma alguna de llegar a un consenso; cada parte justifica su posición, su verdad irrefutable, su lucha por la defensa de la vida de una mujer que puede no querer ser madre, o de un feto que será eventualmente una persona más en este planeta. Determinar quiénes pueden o no decidir sobre el aborto va más allá de la competencia gubernamental, los médicos deben tener claro cuál es el direccionamiento que quieren tomar ante esta situación respetando siempre, la ética y la salud de su paciente.Desde la academia, la enseñanza del procedimiento (que puede suceder en una clase magistral en el pregrado o en la profundización de la especialización), debe estar alineada con la máxima médica de la Declaración de Ginebra; la interpretación de lo ético, ya sea en procedimientos que estén relacionados con la interrupción voluntaria del embarazo (IVE) o en situaciones que trasgredan la perspectiva personal del médico, debe estar alineado con el proceder técnico profesional establecido en las guías médicas basadas en la investigación científica.<h3>La resistencia de los médicos se inicia en la universidad</h3>Las facultades de medicina enseñan las mejores prácticas según guías médicas apoyadas en investigación exhaustiva, pero en la práctica clínica el estudiante se confronta con las políticas del hospital que pueden alejarlo del alcance efectivo y apropiado que se le enseñó.El manejo médico temprano para la interrupción de un embarazo involucra dos medicamentos: mifepristona y misoprostol, el uso de ambos en conjunto da una efectividad del 84% en la mayoría de casos comparados con el sólo uso del misoprostol, cuya efectividad llega a ser del 67%; en algunos hospitales, la disponibilidad de éstos puede no estar al alcance por políticas y restricciones de uso. Si una paciente cuya necesidad de IVE desafortunadamente se encuentra en el rango de error del 33% con el sólo uso de misoprostol y necesita seguir con la interrupción, un médico profesional entrenado en la realización clínica de la aspiración manual endouterina es quien debe encargarse de realizar el procedimiento, y debe considerar las complicaciones que la paciente pudo tener para evitar la posibilidad de una intervención quirúrgica mayor.<blockquote>“Lo único que nos enseñaban era a manejar las complicaciones graves de los abortos inseguros. Nos educamos pensando que el aborto era una cosa muy peligrosa porque veíamos mujeres con el útero destrozado, con infecciones (…) Incluso nos enseñaban que, al ser ilegal, debíamos denunciar a las mujeres que lo hacían: muchos profesores, incluso hoy en día, dicen que si una mujer llega con un aborto provocado hay que llamar a la policía y a la Fiscalía”.Luis Jorge Hernández, Doctor en Salud Pública y profesor de la clase Sistemas de Salud de la Universidad de los Andes. Bogotá, Colombia.</blockquote>Cabe entonces preguntar, ¿cuál es la posición de las facultades de medicina frente a la enseñanza de los procedimientos de IVE? Si bien cada universidad y sus directivos tienen la autonomía sobre sus planes educativos, el conocimiento médico está anclado a los hechos, asignarle moral a la ciencia no tiene sentido. La ética médica debe regirse por el bienestar del paciente, los preceptos morales del médico no serán eliminados o minimizados si su actuar sigue la máxima que juró al graduarse como profesional en medicina.No obstante, los planes de estudio en las universidades no están planteados hacia la explicación misma del actuar médico en estas circunstancias, el estigma y la falta de información limitan el acceso a este procedimiento; el resultado son médicos graduados que creen conocer bien la norma y el procedimiento básico, pero que en una consulta pueden terminar creando barreras sin saberlo. Algunos ministerios de salud y federaciones de ginecología y obstetricia promocionan talleres de formación en donde se capacita sobre la actualización de procedimientos (ya que muchos médicos sólo aprendieron a hacer abortos a través del legrado, un método que la OMS hoy en día califica de anticuado y que ha sido reemplazado por métodos más seguros, como la aspiración y el manejo de medicamentos como misoprostol y mifepristona). Estas capacitaciones no son obligatorias y terminan dependiendo de la voluntad del médico.De esta forma, el relevo generacional cobra fuerza, puesto que renovar el enfoque que se le da al aborto es una necesidad de las facultades de medicina; tanto en la práctica clínica como en el salón de clase debe haber médicos dispuestos a comprender que la IVE es una prestación sanitaria más.<h3>¿Y la objeción de conciencia?</h3>Ser objetor de conciencia no cambia en nada el deber médico. Ginecólogos y personal sanitario tienen la libertad de elegir, según su visión moral si quieren o no realizar un aborto; del mismo modo, ninguna mujer puede ser obligada a abortar si ese no es su deseo. Nadie puede ser obligado.Sin embargo, el médico tratante debe ser consciente que, al velar por la seguridad de su paciente, el acto ético es realizar un protocolo que inicie con la asesoría a la persona que busca abortar, remita a quien puede explicar en profundidad los detalles de IVE, y de ser el caso, permitir que otro profesional realice el procedimiento o recete el medicamento.Si bien es cierto que en las regiones donde predomina el catolicismo cuesta más encontrar médicos y enfermeros que sigan ese protocolo, el sistema de salud golpea fuertemente a quienes necesitan del servicio sanitario, amenazas como: ‘se va a morir’, ‘el aborto es muy peligroso’, ‘quien la manda a no cuidarse’, ‘es su culpa’, entre otras, son expresiones que tienen que escuchar las mujeres que necesitan ejercer su derecho al aborto dentro de las causales legales.Hay que aceptar que independientemente de las posiciones personales, el conocimiento sobre la realización de un aborto debe ser enseñado en la carrera de medicina, profundizado en la especialización y entendido desde las necesidades de salud pública. El debate del aborto seguirá buscando vías legales que permitan el acceso a quienes lo necesitan, a pesar que el estigma social o el rechazo moral continúe. Comprender que la moral está detrás del practicante y no detrás de la práctica es parte de aceptar las implicaciones éticas que este procedimiento conlleva.Comentario EditorialLa discusión sobre el aborto es larga y necesita de gente capaz de hablar con hechos, capaz de escuchar opiniones que le contradigan, capaz de razonar conceptos que van más allá de la ciencia exacta. Se trata de comprender cómo se afecta la salud pública basándose en las estadísticas, de ver a las mujeres víctimas de violencia obstétrica y rechazo social.

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