Una mala noticia puede desestabilizar a cualquier persona, el médico debe ser honesto consigo mismo y con su paciente frente a las expectativas de cómo se afrontará el diagnóstico. A pesar de lo que sea que se tenga que comunicar, no hay cabida para que el miedo afecte al médico profesional, pues es la primera persona en la línea de resistencia a la inesperada noticia, por él mismo y por su paciente.En 1981, el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC), expuso lo que serían los primeros casos del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA); en ese momento, se trataba de una patología, sin aparente enfermedad inmunosupresora previa, de evolución rápida y fatal, que inquietó tanto a la comunidad científica como a los medios de comunicación que alertaron dramáticamente sobre un ‘Cáncer Gay’. Aunque al año siguiente, la evidencia demostró que la transmisión se daba a través de la sangre y del intercambio de fluidos sexuales, dar el diagnóstico de esta enfermedad a una persona, era darle una letra escarlata; aún hoy, cuando existen tratamientos para extender la vida de un paciente infectado con VIH y vacunas preventivas en desarrollo, el estigma marca a quienes reciben este diagnóstico.Una mala noticia es cualquier información que afecte negativamente las expectativas que tiene el paciente de sí mismo y su futuro, desde el resultado poco favorable de un examen rutinario, el diagnóstico de una enfermedad crónica tratable o una fatalidad. El médico, que es el mensajero de la novedad, debe cuestionarse,  cómo debe abordarse una información impactante, dando espacio a considerar bien sus palabras, balanceando entre la verdad y la esperanza.<h3>No le dispare al mensajero</h3>Existen diferentes estudios que documentan que tanto estudiantes de medicina como médicos, en su mayoría, no han recibido entrenamiento formal para comunicar malas noticias de manera adecuada. No es difícil entender que exista un temor por parte del personal de salud a comunicar este tipo de información, existe una alta probabilidad que quien da la noticia (en este caso, el médico que actúa como mensajero) sea sobre quien se descarga la explosión de la alteración emocional y conductual del paciente; además, no sólo es éste quien puede reaccionar negativamente al enterarse, existe la posibilidad de que su familia también lo haga.El temor de un médico al tener que dar malas noticias puede ser a ocasionar dolor, al fracaso terapéutico, temor legal, temor a expresar sus propias emociones, temor a lo desconocido y temor a la propia muerte [1]. El temor no debe limitar al médico que comunica una mala noticia, tampoco debe evadir la realidad, que da un falso sentido de esperanza que resulta más nocivo para el paciente y su familia que el diagnóstico. Reconocer la verdad puede ser diferente a aceptarla, pero tener el derecho a participar con conocimiento de las decisiones que se tomen respecto a la propia persona es un derecho básico humano: uno que tiene todo paciente, le guste o no lo que escuche de su médico. No existe motivo por el que un médico pueda defraudar la confianza que han depositado en él, indiferente de si esta situación lo enfrenta con su existencia.De igual forma, la reticencia de los profesionales a informar malas noticias se da por el estrés que esto implica, las emociones intensas, la sensación de responsabilidad de la información dada y el temor a una evaluación negativa, pareciera estar determinada por la aproximación del profesional al dolor, la muerte y la capacidad para enfrentar sus sentimientos y los de los demás. El énfasis de la formación profesional en el proceso de sanar y reducir el sufrimiento, crea en el imaginario del médico que la muerte o el deterioro de su paciente es su responsabilidad, su culpa, esto es frustrante y deja en evidencia la impotencia de cara a lo inevitable de la vida y de la naturaleza del ser humano.En últimas, las características del entorno social y cultural en las que se encuentran pacientes y profesionales serán determinantes para la recepción y las expectativas que llegan junto a la mala noticia, dicho esto: una enfermedad terminal o la posibilidad de morir, no es percibida por todos los pacientes por igual, ni todos los médicos explicarán lo que ocurre de la misma forma.<blockquote>La comunicación de la verdad se basa en el reconocimiento del valor de la veracidad y de que ésta forma parte del respeto que merece toda persona y constituye la base de cualquier relación de confianza.Gracia D., Gutiérrez J.J. Ética en la práctica médica (2004)</blockquote><h3>Cómo abordar una mala noticia</h3>Una mala noticia puede ser recibida con menor trauma, si a pesar de la información o la magnitud de la misma, se habla con delicadeza sobre la repercusión que esta tendrá sobre el paciente, sin dejar de tener en cuenta su contexto personal. Nos podemos ajustar a un protocolo de <a href="https://www.docred.com/articulos/articulo-medico-seis-pasos-para-dar-malas-noticias" target="_self">Seis Pasos Básicos Para Dar Mala Noticia</a>, y además tener en cuenta las pautas para una comunicación efectiva, pues la comunicación pone en juego el juicio clínico, la prudencia y los recursos emocionales del profesional. Prevea las siguientes condiciones antes de dar comunicar una noticia nada agradable para tener una mejor respuesta:<ul><li>Contar con una evaluación completa y fidedigna de la gravedad y el pronóstico de la enfermedad.</li><li>Tener presente la idiosincrasia de cada paciente.</li><li>Buscar el apoyo de la familia del paciente, brindándoles esperanza sin llegar a mentir.</li><li>Valorar la relación médico-paciente.</li></ul>Adicionalmente, es importante ver otros objetivos que van más allá de explicar el diagnóstico, como que la información sea clara y precisa, minimizar el estrés del paciente y promover su satisfacción a futuro con el tratamiento adecuado.Experimentar una mala noticia (ya sea como mensajero o como receptor del mensaje) requiere de una comprensión de la realidad de todas las partes involucradas: médico, paciente, familiares y amigos, en la que se identifiquen los mecanismos necesarios de contención (apoyo y ayuda profesional), se necesita de un ambiente adecuado de libre expresión, donde sea tolerable esa verdad incómoda a pesar de la vulnerabilidad que esto acarrea. Desde el primer momento en el que el cuerpo biológico muestra signos de falla, médico y paciente deben asumir una posición valiente, eliminar estigmas y marcas innecesarias, pues lo último que necesitan ambos es abrumarse por la magnitud de una mala noticia.También puede interesarle: <a href="https://www.docred.com/articulos/articulo-medico-como-dar-malas-noticias-pacientes-familiares-pandemia-COVID-19" target="_self">Malas noticias a pacientes y familiares: Un dilema presencial, ahora virtual</a>Comentario Editorial: Cuando se considera que las malas noticias son sólo aquellas fatalistas, se desestima la lucha contra otras enfermedades crónicas tratables como fallas renales, diabetes o hipertensión; para estas personas, el estilo de vida saludable y el consumo de medicamentos también afectan su cotidianidad. A pesar que toda noticia mala no sea extremadamente grave, no deja de ser una irrupción en la vida de cualquier persona.

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Entre la Verdad y la Esperanza: Comunicar Malas Noticias en Medicina

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