En el año 1.850, las personas empezaron a morir por cólera en Londres, y se asumió que la enfermedad se transmitía por el aire hasta que el científico John Snow descubrió que el microorganismo responsable estaba en el agua contaminada. De manera similar, el médico húngaro Ignaz Semmelweis –conocido como “el salvador de las madres”- demostró que lavarse las manos antes de atender un parto reducía en gran medida las infecciones puerperales. Estos hallazgos encontraron grandes resistencias en sus períodos históricos antes de ser aceptados, y de generar grandes cambios como la sanitización del agua y sistemas centralizados de aguas residuales.  Aunque ahora podría parecer una locura que el lavado de manos fuese un consejo controversial entre médicos, casi todas las medidas de prevención sanitaria se volcaron desde ese entonces a la limpieza de superficies, aguas y alimentos. La transmisión por el aire de patógenos altamente infecciosos fue un hecho negado e ignorado por la ciencia a pesar de muchos intentos y estudios por desafiar esta noción, hasta que el virus SARS-CoV-2 desencadenó una catástrofe global y cambió todo lo que creíamos saber acerca del contagio por aerosoles.  Sin haber terminado la presente pandemia de COVID-19, estamos en la posición privilegiada de saber que se puede cambiar para prevenir la ocurrencia de otra. Un grupo de 39 científicos de 19 países publicó una carta en Science (1) estableciendo la necesidad mundial de un cambio de paradigma para la prevención de transmisión aérea de virus como el SARS-CoV-2 mejorando los sistemas de ventilación de interiores.  La falta de visibilidad a la importancia de la transmisión de patógenos por aire ha llevado a que la mayor parte de los sistemas de ventilación de interiores contribuyan actualmente al alcance de la pandemia por COVID-19. Mientras que la construcción de edificios se enfoca en control de olores, temperatura y humedad, prácticamente no existen lineamientos gubernamentales para mitigar los microorganismos emitidos al aire por actividades humanas cotidianas. Algunas acciones que los científicos proponen, son: <ul><li>Invertir de forma obligatoria en sistemas de ventilación regulados. Se estima que el costo necesario podría ser de menos del 1% del gasto actual en este aspecto de edificios típicos.</li><li>Ajustar los sistemas de ventilación según la ocupación, actividades y tasas respiratorias. En cuanto a emisión de aerosoles, no es lo mismo ejercitarse en un gimnasio que sentarse en el cine.</li><li>Adaptar la filtración y desinfección aérea en espacios en los que no puede mejorarse la ventilación.</li><li>Diseñar un “modo pandémico” de ventilación de respaldo, para que sólo se utilice más energía de la necesaria en ocasiones excepcionales. Los edificios y torres consumen más de un tercio de la energía a nivel global.</li><li>Establecer un estándar de calidad del aire en interiores a escala internacional, para ser aplicado y conocido por el público.</li></ul>A pesar de pasar la mayor parte de nuestro tiempo en interiores, la regulación del aire que respiramos suele ser ignorada en comparación a las medidas aplicadas sobre la comida y el agua. De acuerdo a los expertos, el primer paso para evitar otro desastre de contagio masivo es el reconocimiento universal de que el aire puede contener tantos virus como las superficies y el agua. De hecho, es ahora aceptado que el virus SARS-CoV-2 se transmite mayormente por el aire, y estamos contemplando de forma directa el precio a pagar por no aceptar la importancia de este hecho a tiempo.   También le podría interesar: <a href="https://www.docred.com/articulos/ar-cuanto-falta-alcanzar-inmunidad-grupo-latinoamerica" target="_self">¿Cuánto nos falta para alcanzar la inmunidad de grupo en Latinoamérica?</a>

Interés general

Enfermedades Infecciosas

COVID-19

¿Cómo prevenir otra pandemia? 

Un grupo de 39 científicos publicó una carta estableciendo la necesidad mundial de prevención de transmisión aérea de virus como el SARS-CoV-2. 